viernes, 10 de febrero de 2012

Conéctate con tu Pareja

 ¿Tu pareja te reclama que no expresas lo que sientes?  ¿Te sientes preso en una maraña de sentires que no sabes qué son y no te sale nada?   Miras a tu pareja y está particularmente bonit@ y no le dices nada y sencillamente te alejas, y te guardas tus ganas de acariciarl@ o decirle algo agradable?

Si la respuesta a alguna de estas preguntas es Sí, cuando estés en esa situación, tómate un instante. Respira.  Relájate y chequea contigo qué estás sintiendo en ese momento... Identifica qué sientes a nivel físico.  Chequea los puntos de tensión, posibles dolores a nivel corporal y sensaciones agradables en tu cuerpo.  Fíjate cómo es tu respiración, si es lenta, rápida, fluida, corta, larga...  Siente el ritmo de tu corazón... Y en ese momento, sintiendo tu corazón, date cuenta si lo que sientes es agradable, rico y sabroso,  o es feo, maluco y desagradable.    

¿Y si es agradable qué será? ¿Será que te sientes feliz, content@, alegre, tranquil@, en paz, satisfech@?

Y si es desagradable, ¿será que te sientes triste, infeliz, molesto, rabioso, frustrado, insatisfecho, con amargura, inquieto?

Una vez que lo identifiques entonces busca tu forma de expresarlo. Y si no encuentras las palabras identifica a ver si lo que sientes se parece a un color, a un aroma, a una textura... y compártelo con tu pareja.   Por ejemplo, "en este momento me siento amarillo"  o rojo, o azul cielo...  Y si no te salen las palabras, tómal@ de la mano y sin hablar ve tocándole las manos con las tuyas y transmítele lo que sientes y chequea con tu pareja que está recibiendo tu mensaje...


lunes, 6 de febrero de 2012

La Parábola de La Sombra

Hoy quiero compartir con ustedes una parábola muy significativa para mí.  Esta parábola es de Chuang Tzu, un maestro chino que vivió aproximadamente en el Siglo IV a.C.  
Erase una vez un hombre a quien le alteraba tanto ver su propia sombra y le disgustaban tanto sus propias pisadas que decidió liberarse de ellas.
Se le ocurrió un método: huir.  Así que se levantó y echó a correr, pero cada vez que  ponía un pie en el suelo había otra pisada, mientras que su sombra le alcanzaba sin la menor dificultad.
Atribuyó el fracaso al hecho de no correr suficientemente deprisa.  Corrió más y más rápido, sin parar, hasta caer muerto.

No comprendió que simplemente con ponerse en un lugar sombreado, su sombra se desvanecería, y que si se sentaba y se quedaba inmóvil, no habría más pisadas.