miércoles, 27 de febrero de 2019

Del Dolor a la Libertad

Vivo en Venezuela, mi país, hoy con una narco-terro-dictadura, en la que no hay libertad de expresión ni de información y estamos expuestos todos los días a la inseguridad, a la violencia y mentiras del estado, a la falta de alimentos, de agua, medicamentos, gas, teléfono, luz, transporte, repuestos, gasolina, aseo urbano.  La lista es interminable.

Cuando prendo la televisión, incluso si es por cable, lo que veo son programas viejos, repetidos una y otra vez, y sólo información y noticias dadas por el régimen, ya que progresivamente han ido bloqueando todos los canales internacionales de noticias, y las televisoras y radios nacionales la más de las veces no se atreven a transmitir informaciones que se salgan del patrón establecido por el régimen, por temor a las consecuencias.  

Por otro lado, han surgido medios alternativos digitales, que hasta ahora han logrado "escapar" de la censura, como el caso de algunas radios.  Nos enteramos de las noticias por el whatsapp o el telegram, y estamos aprendiendo como cuidadanos a no caer en las trampas de la falsa información creada por el régimen.

La realidad es tan aplastante, que aunque no tenga acceso a las noticias, éstas me explotan en la cara a cada momento.  

La megahiperinflación es tal que no me da tiempo de pensar y reaccionar: o compro o....  mientras saco la cuenta puede que ya haya aumentado de precio... y en dólares... Es tal la megahiperinflación que ha afectado a las divisas "duras" como el dólar.

Me encuentro gente comiendo de la basura a la vuelta de la esquina y con vecinos, inmediatos y cercanos, que me piden comida y comparto.  Cada día se me hace más evidente la parábola sobre la mujer que aunque comparte algo mínimo en comparación con lo que otros dan, es casi todo lo que tiene y no lo que le sobra.  Cada día tengo menos y comparto más y estoy segura que esto está ocurriendo a los demás.

Cuando un vecino pasa por una situación más difícil de lo común (y ya se podrán imaginar la magnitud), hacemos recolectas de cosas entre todos: puede ser ropa, comida y lo que cada quien pueda dar. Ya no se recoge dinero, a menos que sea para un entierro, porque éste no vale nada.   La solidaridad ha ido en aumento y la necesidad está sirviendo de catalizador para la reconciliación y el perdón.

Si, como en mi caso, estás cuidando a un familiar mayor, ni qué decir del precio de los centros de cama, de los pañales, de las toallas para la incontinencia y por supuesto, de los medicamentos como los de los pacientes con alzheimer o parkinson o hipertensión o diábetes... O no se consiguen o son sencillamente incomprables por el precio.  Y esto sin contar lo difícil que resulta conseguir personas trabajadoras y honestas que quieran prestar sus servicios como cuidadores.

Si tienes un bebé o niños en casa la situación es similar... Mi vecina, que tiene nietos, me contó hace unos días sus peripecias para darles merienda. Sus nietos le habían pedido que les hiciera una torta.  No tenía harina de trigo ni huevos... así que se le ocurrió poner a remojar pasta y con esa mezcla preparó la masa para la torta...  No la probé pero sus nietos dicen que estaba deliciosa.

Desde la necesidad, desde el dolor que nos está tocando a todos, y también desde la esperanza y la solidaridad nos estamos sanando, estamos aprendiendo e inventando nuevas formas desde lo básico de la sobrevivencia, organizándonos entre todos para resolver juntos y reconstruir nuestro país,  y así vamos abriendo el camino para volver a vivir libres en democracia.