Hay un tema que se repite una y otra vez en los procesos de acompañamiento en consulta, tanto individual como en pareja. Me estoy refiriendo a la observación de nosotros mismos. Esto requiere cambiar la dirección de nuestro lente, como cuando en nuestro celular cambiamos la dirección del lente para tomarnos un selfie.
¿Qué significa observarse a sí mismo? Para mí, significa prestar atención a lo que pasa por nuestra mente, nuestra emoción y nuestro cuerpo en cada momento, sin intentar cambiarlo o evitarlo. Es mirar como un testigo neutral de tu propia experiencia, sin identificarte con ella ni reaccionar a ella. Así puedes reconocer lo que sientes y necesitas, y también lo que te hace bien o te hace daño. Como estamos acostumbrados a verlo todo desde nuestra perspectiva, nos cuesta soltar nuestro punto de vista pero como dice el dicho: la práctica hace al maestro.
Sé que a veces es difícil ser consciente de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones físicas y acciones, y más aún aceptarlos sin criticarlos o compararlos con los de otras personas. No obstante, creo que es un hábito que vale la pena cultivar, porque a medida que lo practicamos nos va llevando a otro nivel de conciencia y a vivir, desde el bienestar y la plenitud.
¿Y qué implica no juzgarse a sí mismo ni a los demás? Significa dejar de lado los juicios de valor que hacemos sobre nosotros mismos y sobre los demás, basados en nuestros prejuicios, expectativas o creencias. Es aceptar que cada uno es como es, con sus virtudes y defectos, y que todos tenemos derecho a ser respetados y valorados por nuestra esencia, no por nuestra apariencia o por lo que hacemos. Es comprender que nadie es perfecto, y que todos estamos aprendiendo y creciendo. Implica incluso aprender a valorar nuestros errores y las experiencias “negativas” como una oportunidad para crecer como personas desde el aprendizaje y no engancharnos en la culpa y el juicio.
Hay un ejercicio muy bueno que aprendí del maestro Mooji, que consiste en ir soltando todo a medida que lo vamos identificando, hasta quedar totalmente vacíos, hasta de nuestra propia identidad. Te sientas en silencio y a medida que van surgiendo pensamientos los vas soltando y dejando ir o incluso se los puedes entregar a Dios (puede ser al Universo, al Creador o cualesquiera sea tu vivencia con algún ente superior). Una vez te sientas vací@ observa si queda algo. Intenta soltarlo también. Eso que no puedes soltar es tu Ser.
¿Cómo podemos desarrollar estas habilidades? Hay muchas formas, pero voy a sugerirte algunas que me han funcionado:
- Buscar un momento y un lugar tranquilo, donde podamos estar solos y en silencio, sin distracciones ni interrupciones. Puedes empezar practicando cinco minutos varias veces al día (en la mañana, al mediodía, al final de la tarde y en la noche antes de acostarte), y luego ir aumentando el tiempo de duración de cada práctica. Puedes adaptar mis sugerencias a la dinámica de tu vida.
- Anotar en un papel, cuaderno o diario lo que vayas descubriendo sobre ti mismo en tus prácticas diarias de observación, de manera que cuentes con un registro y lo puedas revisar al final de cada semana o con la frecuencia que te sientas cómodo.
- Ser muy persistente y repetir el ejercicio todos los días con regularidad, de manera que vayas tomando conciencia de tus pensamientos y cómo va disminuyendo su poder sobre ti. Adicionalmente notarás que irás profundizando en el autoconocimiento de su Ser internior y podrás darte cuenta de los cambios que se van produciendo en ti mismo en tu vida cotidiana y en tu trato con los demás.
Sé amable y comprensiv@. Cuando te observas sin juzgar, puedes darte cuenta de que eres humano, que puedes cometer errores, y también tienes cualidades y potencialidades. Puedes tratarte con amabilidad y comprensión, sin culparte ni castigarte por lo que haces o dejas de hacer, y reconocer tus esfuerzos y logros. Esto te permite también ser más tolerante y respetuoso con los demás, sin juzgarlos ni compararlos con nosotros, sino valorando su diversidad y singularidad.
Identifica tus proyecciones. Si observas que te irrita o da mucha rabia algo que ves en otra persona, detente un momento y voltea tu lente y pregúntate si has sido así y observa lo que sientes. Estas rabias pueden estar indicándote que eso que estás viendo en la otra persona es tu propia proyección. Aprovecha la oportunidad y obsérvate.
A medida que practiques te irás dando cuenta de que los pensamientos van disminuyendo en frecuencia, cantidad y fuerza. En tu vida cotidiana observarás que en lugar de reaccionar automáticamente ante lo que ocurre, te detienes y observas con detenimientos y apertura. Puedes observar tus pensamientos al respecto y por ende puedes tomar decisiones serán más acertadas. Si te capturas reaccionando en automático, no te preocupes. En ese momento, tómate unos minutos y toma la ruta de la exploración. Recuerda, es cuestión de práctica.
Estas “prácticas” se van a ir colando en tu manera de vivir. Y vas a comenzar a vivir como el testigo de tu propia vida.
Observarte a ti mismo y no juzgarte ni a ti ni a los demás son hábitos que se pueden aprender y mejorar con la práctica. No te desanimes si al principio te cuesta o se te olvida. Lo importante es tener la intención y el compromiso de hacerlo y ser muy persistente. Te aseguro que vale la pena: podrás vivir con más plenitud y alegría.
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