Esta es una de las quejas que
escucho con mayor frecuencia en mi consulta de pareja.
Y si bien está relacionado con un
aspecto de comunicación, realmente el punto de partida va más allá…
¿Sabes tú lo que te gusta?
¿Qué te da placer y qué no?
¿Dónde te gusta más que te toquen y qué te desagrada? ¿Qué partes de tu cuerpo disfrutas que te
acaricien y cuáles no? ¿Sabes cómo te
gusta más que te acaricien? Suavecito o
tal vez un tanto más fuerte… como si te sobaran o con pequeños toques con las
yemas de los dedos? ¿Te gustan los
masajes? ¿Te gusta que te huelan o te
laman? ¿Sabes lo que disfrutas de tu pareja?
Y más aún… ¿Te das a placer a ti
mism@? ¿Te acaricias? ¿Te complaces? ¿Te masturbas? ¿O tal vez te han enseñado que
complacerte y masturbarte es “malo” o “pecaminoso”? ¿Quizás piensas que si compartes
en pareja no tienes porqué masturbarte? ¿O que eso es para los
adolescentes? ¿O quizá aprendiste que la
masturbación no es realmente sexo?
Son muchas las creencias que
puede haber detrás de tu dificultad para conocer lo que te gusta, complacerte y
darte placer a ti mism@...
En el artículo El autoerotismo o masturbación Marianne Leyton nos dice: "… la masturbación te ayuda a reconocer y apreciar tu cuerpo y tu sexualidad como parte integral de ti mismo. Te permite además explorar y conocer tu cuerpo y sus reacciones sexuales. Al darte placer a ti mismo te das permiso para aceptar sentir placer y para conectar con la expresión más genuina de tu sexualidad, que consiste en proveerte de placer a ti mismo, en la intimidad de tu propia presencia. Implica un acto de valorarte, de honrar tu cuerpo y la disposición para atender sus necesidades con amor y respeto.”
Y ahora viene la segunda parte…
Si sabes lo que te gusta… ¿Qué te
impide expresarlo? Y si lo haces, ¿cómo lo estás expresando?
¿Tienes idea de cuáles son tus
creencias en lo que se refiere a tu sexualidad que puedan dificultarte decirle
a tu pareja lo que te gusta?
Tal vez te enseñaron en tu
familia que las mujeres tienen un rol más bien pasivo en las relaciones
sexuales, o que una mujer “decente” no hace algunas cosas en cuanto a sexo y
muchísimo menos se lo pide a su pareja… Tal
vez te de pena decirle a tu pareja lo que quieres y lo que te gusta… Puede que
le digas a tu pareja lo que te disgusta en el momento de la intimidad y se
sienta herid@ u ofendid@ y comience una discusión… Y tu pareja seguirá ciega y
tratando de adivinar lo que quieres, mientras l@ culpas…
Una forma de comunicarte con tu
pareja sobre tus preferencias, una vez que las conoces y te has dado placer a
ti mism@ es buscar una ocasión para conversar diferente al momento de las
relaciones sexuales… un momento de tranquilidad y de conocimiento mutuo y no de
reclamo… una conversación sobre las preferencias sexuales de cada uno, en la
que ambos acuerden escucharse y expresarse de manera abierta…
Puedes incluso si lo deseas, conversar sobre esas creencias que te puedan estar dificultando expresarte… ambos conscientes de que se están abriendo y mostrándose tal cual son, sin juicio y reconociéndose mutuamente, apreciando lo que en este momento son, dándose el permiso de equivocarse y probar y descubrir juntos.
Leonor, maravilloso! Muchas gracias!Esta información me llegó en un momento muy adecuado!Nunca se me había ocurrido que explorándome yo podía darme cuenta de mis preferencias... Y ahora me pregunto cómo no se me ocurrió!! De nuevo, gracias!
ResponderEliminarGracias a ti por tu comentario. Y ahora a disfrutar-te y a disfrutar con tu pareja rico.
EliminarLeo, qué interesante. A veces parece que todo está dicho entre las parejas, parece que nos conocemos profundamente y no sabemos cuántos detalles, que son de gran relevancia, desconocemos y sin duda tenerlos presente, nutriría mucho más la relación... ¡Tú siempre tan oportuna! Felicitaciones. Rebeca
ResponderEliminarMe encanta panita, sobre todo el partir de que necesitamos conocer nosotros lo que nos gusta y necesitamos para poder manifestárselo al otro y enriquecer la pareja.
ResponderEliminarIrma.
Leonor, es muy importante preguntarnos si estamos actuando pasivamente como mujeres, esperando que el hombre adivine lo que queremos... y si no lo hace bien, eso nos da motivos para sentir resentimiento. Es necesario acabar con el rol de víctimas y aprender a pedir, aunque al inicio nos cueste, vale el esfuerzo hacerlo por el bien de uno y de la relación. Muchas gracias por tu artículo y por las valiosas reflexiones! Marianne
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