Los límites definen y expresan nuestra identidad, brindan
una definición de lo que corresponde y no corresponde y de lo que somos o no
somos responsables.
“Los límites existen para regular el funcionamiento y
desarrollo de todo organismo vivo. El venezolano
nacido y criado en la ausencia y en la confluencia, criado en la dualidad y en
la confusión, no distingue límites, ni los respeta, ni los establece y siente
que no los necesita. El límite separa,
la necesidad acerca. El límite es para
los tontos, la ley es para los que no son tan vivos como yo… Cuando el
venezolano decide poner límites, experimenta dificultades. Quiere ser amado siempre, todo el tiempo, por
todos. Para ello tiene que estar
dispuesto a amar a todos, siempre, todo el tiempo. Las exigencias son para ponérselas a
otro. Pocos toleran las exigencias del
otro… Molesta tener límites y también molesta no tenerlos. Lo bueno para sí, es
malo para los demás. Las restricciones
molestan cuando se las ponen a él, pero son una maravilla cuando él las
establece.” (Manuel Barroso. Autoestima del Venezolano)
Y esta falta de límites, o siendo optimistas, esta
dificultad para establecerlos, la observo a diario, en consulta y
fuera de ella, en la calle, en nuestra vida cotidiana.
Esta ausencia de límites la escucho cuando una pareja cuenta que se fueron de
vacaciones y uno de ellos reporta que la pasó de maravilla y el otro dice que
en realidad nunca quiso ir… y cuando exploro resulta que desde un comienzo éste
último quería ir a otra parte y en lugar de expresarlo al momento, prefirió
callar… O cuando uno de los miembros de la pareja le propone “hacer el amor” y
el otro miembro de la pareja accede, aun no queriendo… Incluso, cuando han
estado a punto de separarse por desavenencias que parecen irreconciliables para
alguno de los dos y por presión del otro, termina continuando en la relación, a
pesar de que no lo desea… y el caso del miembro de la pareja que en un arranque
de ira e imposición, insulta, grita y/o agrede físicamente a su pareja, y ésta se lo permite…
Estos son sólo algunos pocos ejemplos de
transgresión de límites que vemos en consulta y estoy segura de que tú en tu vida cotidiana, e incluso en la calle, a plena luz del
día, también te encuentras con situaciones en las que alguno no puso límites y
otro los transgredió… Por ejemplo cuando el típico abusador se colea en el
tráfico o en una cola del supermercado, o cuando un motorizado (perdón por los
motorizados decentes que no lo hacen) le da una patada a tu carro ya sea para
agarrar impulso o porque le estorba en su carrera y la otra persona por miedo
no hace ni dice nada…
Detrás de un “Sí” que realmente quiere ser un “No”
encontramos un ser inseguro, que no sabe quién es ni qué quiere, ni
individualmente ni en pareja. Lo que vemos es un ser desvalorizado desde su
familia de origen, y ahora por sí mismo y por su pareja, un ser que está
buscando desesperadamente que lo quieran, sin darse cuenta de que no se quiere
a sí mismo, que teme ser abandonado y que no se atreve a abandonar, sin darse cuenta que también se ha abandonado... Un ser que
está buscando pertenecer a algo o a alguien: su pareja… un cuerpo desgarbado,
que no se atreve a mirar hacia arriba, que trata al mismo tiempo de pasar
desapercibido y que lo tomen en cuenta, un cuerpo que se siente débil y
pequeño, aunque sea monumental… Un cuerpo que aguanta y traga. Un ser que está constantemente repitiéndose
“No puedo”, “Me asusta”, y preguntándose
¿Y si no me quiere? “¿Y si me deja?
Con el tiempo, paradójicamente, este Sí que quiere ser
No, ya cansado de tanto tragar y de ser invisible hasta para sí mismo, se
mostrará en ataques de ira y maltrato al otro (verbal, psicológico y por último
físico) iguales a los que ha venido sufriendo durante años, por parte de su
pareja…
Por otro lado, aunque parezca extraño, ese miembro de la
pareja que maltrata, al igual que su compañero(a), es un ser inseguro,
probablemente celoso por su misma inseguridad, con grandes dificultades para
expresar sus sentimientos, e incapaz de ponerse límites… Un ser que exige al
otro sin parar, y cuando no recibe lo que quiere, es capaz de tomarlo del otro,
aunque sea a la fuerza… Un cuerpo rígido, que mira desde arriba, con una voz
fuerte, un cuerpo que se siente fuerte e invencible, con el pecho hacia afuera
cuando se quiere imponer… Y al mismo tiempo un ser que, cuando escuchamos su
historia, ha sido abandonado por su padre (es la situación más común en las
historias de nuestros consultantes), o proviene de una familia en la cual sus
padres se relacionaban desde la violencia, o en la cual uno de los padres es
rígido hasta el extremo, impositivo y el otro es sumiso y complaciente…
Así que ambos miembros de estas parejas comparten una
base común: la desvalorización, la inseguridad y la poca autoestima, que los
lleva, ya sea a aceptar de manera sumisa lo que el otro impone, o a tapar su
inseguridad, a como dé lugar, con la imposición el control, los celos y la ira.
En mi experiencia, tanto en consulta atendiendo
parejas, como en mi vida, me doy cuenta de que los venezolanos son afectuosos,
tiernos, algunos zalameros, con mucha necesidad de hablar de sí mismos, y por ende, con poca
capacidad para escucharse a sí mismos y mucho menos al otro, necesitados de ser
tomados en cuenta, aunque al mismo tiempo sean descentrados, se queden pegados en
el pasado, sintiéndose abandonados y con
un profundo temor a quedarse sol@s. Una de las frases más comunes en consulta,
luego de una retahíla de situaciones que hace sentir obstinad@ a uno de los
miembros de la pareja, cuando preguntamos: “Y qué te mantiene allí?”, es “Me da
miedo quedarme sol@”....
Los venezolanos gastan grandes cantidades de energía en
mostrarse ante el otro, incluso la pareja, como si no necesitara nada… Y aquí
surgen las grandes paradojas, que vemos con cierta claridad en la consulta en
pareja: “mientras más l@ complazco más se aleja”, “cuando me abro, me cierro”,
“mientras más me acerco, más se aleja”.
Lo que encontramos en la base de estas relaciones de
pareja en Venezuela, es la falta de contacto, y la violencia se produce
precisamente, cuando no hay contacto, ni físico, ni emocional, ni mental, ni
espiritual.
Confirmamos día a día, de acuerdo con Manuel Barroso, cómo “la violencia no es un síntoma pasajero… no
nació por generación espontánea, es expresión auténtica del abandono, del
resentimiento por el maltrato y de la desconfianza que mata nuestras relaciones
más íntimas...”
Mi trabajo terapéutico es
en el presente, con la situación “sin límites” de la actualidad con la pareja, con cada uno de los miembros de la pareja, explorando y dándose cuenta, de dónde sienten el dolor ante el rechazo de su pareja, o la
rabia frente a la paralización del(a) compañero(a), tomando conciencia del tarugo
en la garganta cuando quiere expresar lo que siente, y gana la vocecita que le
dice que lo trague para evitar problemas para no herir al otro…
Y es que, conforme a la Gestalt y también según Levine, “cuando
aprendemos a estar presentes, el pasado carece de importancia; cada momento se
convierte en un momento nuevo y creativo.
Sólo tenemos que superar nuestros síntomas actuales y proceder. Porque desde el presente, según Levine, "el momento curativo corre hacia adelante y hacia
atrás.”
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