Le pregunté a mi mamá cómo estaba. Me respondió que no sabía, porque había mucho silencio.
Silencio en las calles, silencio en los centros de votación.
En la Av. Teherán de Montalbán, los domingos siempre llena de gente, casi no había nadie.
En la Av. Teherán de Montalbán, los domingos siempre llena de gente, casi no había nadie.
Hay dos centros de votación en la Av.
Teherán: Uno en la Unidad de Diálisis Madre Emilia y el otro en el Liceo
Aplicación.
Ambos estuvieron desiertos.
Ambos estuvieron desiertos.
Días antes, el Liceo Aplicación había tenido muchas colas de gente esperando por la entrega de beneficios por
parte del gobierno. Ayer domingo no había un
alma.
Algo de lo que hemos aprendido como
sociedad se manifestó en ese silencio de ayer.
Después que has perdido un hijo por
desnutrición, después que se te muere un familiar por alguna enfermedad como el cáncer porque no consigues los
medicamentos, después que la delincuencia te ha matado a algún familiar o después que tu hijo se fu del país para sobrevivir, y desde fuera mandarte lo que puede para ayudarte, el
"dando y dando" de Maduro no compensa tanto dolor.
La gran mayoría no está lista y se resiste a escuchar su silencio interno, y no
identifica lo que siente o lo que piensa y se deja llevar por la corriente.
Algunos necesitan moverse, hacer cosas,
criticar, quejarse, molestarse con los demás, mascullar con el pensamiento una
y otra vez sobre lo mismo, como
autómatas, desconectados, de alguna manera tapando lo que el silencio quiere
decir. Esto incluye todos los estratos: los políticos, las mamás, las parejas,
los papás, los estudiantes, los religiosos, los activistas… No depende de la actividad ni de la formación,
ni del estrato social… Todos estamos expuestos a esta desconexión.
Es decisión de cada uno si quiere entrar en su silencio interno, reflexionar y encontrar sus fortalezas, esas que
tenemos y que no reconocemos y que serán las que no saquen de este hueco en el
que estamos inmersos, mirar nuestras rabias, que han sido muchas a lo largo de
nuestra historia y soltarlas, mirar nuestras debilidades, para
reconocerlas en la vía, y no permitir que nos vuelvan a sabotear, y así con
el camino libre, poder ver hacia adelante y construir el nuevo país entre
todos.
Es el momento de detenernos, de
escucharnos internamente.
Ayer el silencio habló, fue ensordecedor. ¿Estamos dispuestos y listos para escucharnos?
De allí viene el nuevo país: De las entrañas del silencio interno de cada uno de nosotros.
Es tiempo de dejar de esperar que venga alguien a salvarnos. Nuestra salvación está en nuestras manos, en las de cada uno, juntos.
De allí viene el nuevo país: De las entrañas del silencio interno de cada uno de nosotros.
Es tiempo de dejar de esperar que venga alguien a salvarnos. Nuestra salvación está en nuestras manos, en las de cada uno, juntos.
Y el día que nos demos cuenta y nos veamos
completos (este es un trabajo diario de cada uno), con nuestras fortalezas y
nuestras debilidades y limpiemos nuestros oídos para poder escuchar, nuestros
ojos para poder mirar hacia adelante, nuestro olfato para poder oler lo que
está podrido y tomar lo que está sano, nuestro gusto para saborear lo bueno por venir, y nuestro tacto para poder sentirnos unos
a otros piel a piel... ese día podremos entonces visualizar, desde el silencio interno de cada uno, el país que queremos y el equipo que pueda desde la sanidad y la honestidad, acompañarnos a recrear nuestra nación.
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